CRÍTICAS VOLVER A VERTE

Volver a verte:   Por Cesar Pacheco

En la vacía superficie de un escenario se colocaba el personaje, hecho persona, como hito referencial en el que se focalizaban decenas de miradas: curiosas, analíticas, prepotentes, indiferentes, soñadoras, inocentes, engoladas, comprensivas, amigables, compañeras…Con un verbo fluido deshacía el discurso de introducción para aviso de navegantes. Y nosotros, los que estábamos en la cuarta pared, éramos retratos mudos de añosos figurantes que se adentraron en el recinto mágico del teatro.

Y desde aquel momento el imponente Jifer nos manejaba como marionetas arrojadas al destino. Ya nadie pudo escapar de las garras de la emoción contenida, el despliegue de ingenio, la cordura que da la seguridad de encontrarse en el lado oportuno en ese duelo que se establece entre personaje y espectador. Los que contemplábamos el ir y el venir de la colosa de la escena, la AMOR, interaccionando con diálogo fluido con su hijo, jiferado duende de las tablas, nos sentíamos desarmados ante tanto ataque de elegancia interpretativa, de tanta belleza compositiva, sazonada de humor y ternura como pocas veces lo vemos. Y el público lloraba, y reía, y se retorcía de impotencia ante una muestra gigante de dos titanes en un campo de batalla; dos titanes que defendían la tenue línea que separa el teatro de la vida.

Y nosotros que nos creíamos dueños de la nuestra, salimos derrotados, y sólo cuerpos inertes deambulaban del patio de butacas y los palcos hasta el vomitorium de la plaza. Gestos de victoria perdida, en un local que la diosa griega de ese nombre nos tendía para su regocijo. Desde aquel Olimpo en el que las musas y los dioses se divierten, Niké se retorcía de satisfacción porque sus figuras de teatro habían ganado a los mortales.

 

Sí, debo admitirlo, ayer el Teatro ganó una batalla a la Vida. “Volver a verte” es la metáfora más elocuente que nos explica en qué consiste esto de vivir, qué significan los lazos inquebrantables que las almas tenemos unas con otras, el latido inexorable del pulso vital, la sinuosa sombra de la muerte, la… todo aquello que tengamos que incluir. Y sólo el teatro, con un escenario apenas esbozado, una actriz y un actor que rompen marcas y trascienden el manido concepto entre profesional y aficionado, nos enseña realmente lo que la Vida no se atreve a mostrarnos.

 

Gracias compañeros por tanta lección, tanto arte, tanta pureza en medio de la mediocridad.

 

Volver a verte:   Por la Agrupación Enrique Rambal

 Sencillamente abrumadora, y es precisamente su sencillez tanto en la puesta en escena como en la presentación de los actores, que defienden sus papeles de forma tan entrañable que consiguen que en determinados momentos de la obra nos sintamos identificados con cualquiera de los dos personajes:

 

Como hijo teniendo una madre en exceso protectora, con un alto grado de influencia y de chantaje emocional; como madre que quiere sacar lo mejor de su hijo, y a la que le gustaría ver en él liberadas todas sus frustraciones.

Todo ello envuelto en el marco de una metáfora vinculada al mundo teatral. Una relación materno filial conmovedora y muy bien interpretada.

 

Volver a verte:   Por Leonardo Rojo Fuerte

El escenario del Teatro Victoria se quedo pequeño por la magistral interpretación con la que nos deleitasteis. Una obra fantástica, llena de ternura, de mimo, de cariño, de dulzura, de amor…ella un torrente de simpatía y exageración, y él un hombre que pasa de la infancia a la madurez, marcado por esa especialísima relación. Habéis conseguido transformar la función en un juego de espejos y un viaje a lo más profundo del corazón. Roberto Jifer Prado Amor García ENHORABUENA…!!!

Volver a verte:   Por la Escuela de teatro y cine Joaquín Benito de Lucas

 Ayer, nuevamente, se produjo, sobre las tablas del Teatro Victoria, un acto de magia, una liturgia de estrellas, un manantial de verdad, una exaltación de la belleza. El grupo Paraskenia Teatro, es decir, Roberto Jifer y Prado Amor García, y todo el maravilloso equipo que han montado, consiguieron atraparnos durante una hora y media en la que todo dejó de girar a nuestro alrededor para centrarnos exclusivamente en lo que estaba sucediendo entre una madre y un hijo. Todo muy cuidado, hasta el más mínimo detalle. Un trabajazo profesional al 100%. Gracias chicos, por dejar que os acompañásemos en esta experiencia mística que se llama TEATRO!

 

Volver a verte por:   Kamerino

 

Un teatro intimista y de sentimientos, con sensibilidad, sencillez y suave humor, donde Roberto Jifer y Prado Amor Garcia, han conseguido llegar, a todos los espectadores y hacer un homenaje a aquello que dota a la vida de sentido. La ternura seduce y las emociones del público cobran vigor. Roberto Jifer se mostró enorme, fue creciendo el personaje, y a la vez que la interpretación, convirtió a ese hijo, en todos los hijos…y Prado Amor se agrandó en cada escena en la que insuflaba vida a esa madre, que fue todas las madres… nos dejó a todos los espectadores con ganas de VOLVER A VERTE... !!! FELICIDADES !!!

 

Volver a verte por: Nery Radiactive

Sin duda es una historia de esas que calan hondo.
Algo que me encanta es que el grupo que interpretó esta obra, es un grupo amateur, y para mí lo hicieron de diez. Sin necesidad de un gran presupuesto, ni actores reconocidos, hicieron algo espectacular. Y es que creo que parte del encanto se encuentra en su simpleza. Yo, que estoy en dos grupos de teatro amateur, vi en esta obra un modelo a seguir. No os miento si os digo que de todas las obras de teatro que he visto en mi vida, siendo muchas con actores bastante famosos, esta ha sido la que más me ha gustado con diferencia.
La escenografía de nuevo era algo muy simple. Con lo único que contaban era con una especie de baúl gigante, que tan pronto se trasformaba en una cama, un tendedero o un escritorio. A mí en lo personal me encanta que la escenografía sea simple, así que esto fue todo un punto.
Además los actores eran solamente dos, el hijo y la madre, nada más. Quitando a los actores solo vi a otra chica, que se ocupaba de trasformar el ya mencionado baúl y salía entre acto y acto, y supongo que lo único que se necesitaba aparte de eso eran los técnicos de luces, sonido, tramoyistas y todo eso... Pero vamos, que como ya os digo era la cosa más simple del universo.
Y es que es eso lo que me ha sorprendido tanto de esta obra; a pesar de que parece poca cosa, la historia consigue cautivarte de una manera increíble. Yo jamás he llorado viendo una obra de teatro, y pensé que nunca lo haría. Soy de las que lloran en el cine, leyendo un libro, viendo una serie, pero por algún motivo el teatro nunca me ha llegado a emocionar, pero esta vez sí lo ha hecho. Y no de estas veces en las que se te saltan un poquito las lágrimas y luego lo puedes disimular diciendo que es que se te ha descolocado la lentilla... No, lloré de esas veces en las que se te pone la cara roja, se te caen los mocos y tienes que sorberlos sonoramente, de estas en las que quieres sollozar y abrazar a tu madre, de estas en las que se te corre el maquillaje y luego tienes churretes negros por toda la cara. Os prometo que estaba llorando tanto que tenía ganas de salir de la sala para soltar un "BUAAAAAAAAH!", y desahogarme como era debido. Yo creo que me pasé la segunda mitad de la obra llorando sin parar, en serio, cuánto sufrimiento.
Ambos actores y personajes me han gustado muchísimo. En Miguel, el personaje principal, interpretado por Roberto Jifer, me vi reflejada en más de una ocasión. Su personaje me recuerda bastante a mí misma, y supongo que eso hizo que la obra me emocionara aun más. Creo que hizo un muy buen papel, ya que hacemos un recorrido por toda su vida, y tan pronto te interpretaba a un niño de siete años al que regañan por tirar petardos, como a un adolescente que fuma y pasa de su madre, como al adulto amante del teatro que finalmente es. Simplemente me encantó.
Y por otro lado tenemos a Prado Amor que interpreta a su madre. Este personaje me ha robado el corazón en todos los sentidos, creo que Prado Amor ha hecho una papel de diez. Me ha hecho llorar, me ha hecho reír... Me ha transmitido muchísimo. Me dolían las manos de aplaudirla cuando terminó la obra.
Como punto negativo, por que algo malo debe tener esta obra, es que hubo un acto que se me hizo un pelín largo, y si a eso le sumas que yo tenía mucho sueño, porque os recuerdo que solo había dormido dos horas ese día, pues se me hizo pesado. El acto que se me hizo largo es cuando el decorado tiene el tendedero, por si la veis algún día. En mi opinión podían haber recortado un poco esa parte.
 
La historia en sí es un poco triste, pero está contada de una manera tan dulce, tan bonita y tan real, con un final tan adorable, que a pesar de que efectivamente te cuentan algo triste, termina con un final optimista, que hace que acabes con buen sabor de boca, aunque no por eso vayas a parar de llorar. De hecho creo que el final optimista y tan cuqui que hicieron consiguió que yo llorase todavía más de lo que ya estaba llorando. Cuando se encendieron las luces todo mi grupo de teatro estaba llorando a más no poder, y con razón, porque es una obra preciosísima.
Así que en definitiva y ya para terminar, debéis ver esta obra, esa es mi conclusión. Me da igual que no seáis muy fans del teatro, porque tenéis que verla, os va a encantar. Es más, os obligo. El teatro es algo mágico, así que darle una oportunidad, e ir a verlo más en vivo, que se hace poco y es algo fantástico.